Res com un bon llibre

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Ressenya

Begoña Méndez

Ciento veinticuatro huecos

«Se habla mucho del amor como un asunto moral y no como una pregunta que opera en la carne (…) ¿Quién está tocando a quién en este momento?»

Per Sara Forja
1.7.2024

El amor es un hueco en tanto pregunta, un paisaje con múltiples pliegues. A veces es la violencia del encuentro entre amantes, a veces drástica separación y a veces, hacer la colada juntos. Begoña Méndez explora la naturaleza de este interrogante en Ciento veinticuatro huecos, expandiendo el universo de los 29 tangos que componían La Belleza del marido. Al igual que Carson, Méndez plantea la instancia del matrimonio como lugar de la pregunta: el matrimonio es belleza, pero también desierto árido, o también, realidad acuosa donde se templa y desarrolla el hambre, las pasiones. En Ciento veinticuatro huecos la pregunta por el amor recoge una herencia que no es exclusiva solo de Carson, nos encontramos con toda una tradición fílmica y literaria que apela al deseo y a la naturaleza del amor: así, se presenta como el ansía de belleza de Weil, pero también el despedazamiento entre amantes que Ernaux recoge en El uso de la foto.
Tocar es ser tocado, en el amor hay cierta fe perceptiva que posibilita tanto la alteridad como la consciencia de un nuevo paisaje desbloqueado. En sus ciento veinticuatro huecos, nos encontramos una necesidad: plantear el interrogante que deja tras de sí la belleza del marido, el éxtasis de la perdida, pero también, la energía que desprende la consciencia de esa herida. La esposa que habla tras las páginas reflexiona con el privilegio de meditar sin ser vista, el lector se convierte en un ávido voyeur que se nutre de esta paradoja. En la intimidad de una cocina, la esposa parece resistir la belleza que exige el discurso. Pero como lectoras de Carson, sabemos en lo que consiste doblar la página: tocar es ser tocado, pero en esta privilegiada posición donde el amante es incapaz de vernos, aflora el discurso. Así, el marido se convierte en estancia reflexiva, en figura retórica permite la comprensión del hecho amoroso: si el amor es hueco en tanto pregunta, lo que queda tras de sí es el temblor como seísmo que edifica nuestras vidas. Ahí, la escritura expía la culpa y permite la sedimentación de un nuevo horizonte.
Como los buenos perfumes, el trabajo de Begoña Méndez queda condensado en un pequeño espacio. Nos encontramos con un ejercicio de autoficción a la altura del fenómeno que explora, donde el lector será transformado a través de la escritura de la esposa. Solo le quedará asumir la función de la pregunta. Y aguantar, aguantar la belleza. 
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