Les nostres recomanacions i propostes

La buena Historia (sí, con H mayúscula) es la que desmonta mitos y construcciones mentales sólidas. Entre los siglos XVII y XVIII el mundo sufrió una ampliación; las potencias coloniales lo estiraron como un chicle, y su área de influencia se expandió desde el río de la Plata hasta Hong Kong, pasando por Madagascar y Bombay. Este nuevo panorama geopolítico enseñó a los europeos formas de vida exóticas y misteriosas. En todas las cortes se contaban historias de peligrosos bárbaros de tez oscura; algunos, incluso, tuvieron la oportunidad de verlos con sus propios ojos. La simiente del Romanticismo había sido plantada. Al amparo de esta revolución cognitiva, valores como la aventura, el peligro y la violencia cobraron un nuevo significado positivo, siempre que se desarrollaran lejos del núcleo de poder, claro.
 
Por suerte para los aristócratas europeos, los piratas centraron su actividad delictiva en el mar Caribe. Esa lejanía contribuyó de manera decisiva a una idealización colectiva que, todavía hoy, es perceptible. Pero, ¿fueron los piratas de la Edad de Oro un fenómeno efímero y mitificado, o fueron el germen de una revolución contra el sistema político dominante? ¿Fueron, tal vez, las dos cosas? Gabriel Kung realiza en La Vida Bajo Bandera Pirata un ejercicio necesario: confronta las dos corrientes historiográficas dominantes (y opuestas) en el estudio de la piratería y las pone a dialogar con pensadores como Gilles Deleuze, Pierre Clastres o Eric Hobsbawm. El resultado, además de una interesante ponderación del fenómeno de la piratería y de sus lecciones aplicables al presente, activa líneas de estudio interesantes y poco transitadas, tales como piratería y sexualidad, piratería y raza o piratería y diversidad funcional.