Contradistancia. Prudencio Irazabal
Contradistancia. Prudencio Irazabal
MUSAC
Con el artista Prudencio Irazabal, el comisario Mariano Mayer y Álvaro Fominaya director de MUSAC
Presentación del catálogo de la exposición
8 de junio, 2024 - 13 de octubre, 2024
MUSAC- Sala 3
¿Qué promueve tal fenómeno? En el caso de las pinturas sin título de Prudencio Irazabal el acontecimiento lo produce la indagación sobre la creación de la luz. La búsqueda no responde a la necesidad de establecer una comunicación de orden simbólico, tampoco a la voluntad de proporcionar una narrativa. La situación visual que fomenta convierte el color en una sustancia generativa. El color no es tangible, es una percepción producida en el músculo visual de quien observa. En este caso la experiencia resulta tan sensorial como epicúrea. Una condición que permite abordar a su vez la propia materialidad que en sus pinturas aparece, en cierta manera, desintegrada. Sin embargo, la inestabilidad en el reconocimiento antes que perturbar amplía la inmersión. Es sabido que la percepción cromática responde a todo tipo de variables; la contemplación activa que impulsan estas pinturas nos descubre la ilusión que emite cada imagen. Enfrentar nuestro cuerpo hacia ellas implica atravesar una serie de transformaciones en las que la posibilidad de nombrar un color, así como aparece, desaparece. A mayor tiempo de atención, mayor número de variables. Las distintas velocidades empleadas en la observación constituyen un tipo de experiencia, una condición que permite descubrir en estas pinturas el efecto del transcurrir en aquello que miramos.
El prolongado interés por construir ilusiones de profundidad e inestabilidad perceptiva desborda de cuadro en cuadro. Las maniobras por descubrir los vínculos entre interior y superficie pictórica resultan centrípetos. Ahondar en las propiedades físicas de la pintura le ha permitido establecer un entendimiento que abarca desde la forma de pensar la abstracción y el modo de relacionarse con el color hasta la forma de utilizar el propio cuerpo para acceder a ese conocimiento. El desarrollo más en espiral que en línea, habilita otras formas de sistematizar los procesos de trabajo y permite retomar las mismas cuestiones y preguntas a través de nuevas perspectivas. Prudencio Irazabal pinta sin concluir.
Estudiar la visibilidad del gesto pictórico para ocultarlo. Cada pintura puede ser asumida como una pulsión por enmascarar y desplazar ademanes. Las construcciones abstractas de capas de acrílico son tanto conductores de luz como modelos de acción física. Si el color es en gran medida luz absorbida y reflejada por un objeto, Prudencio Irazabal utiliza tal cualidad como un elemento constructivo. Incorpora capas de materia traslúcida y resinas acrílicas a través de las cuales la obra multiplica sus posibilidades de ser observada. Cada pintura celebra la conjunción de “un instrumento y una materia en la que actuar” —como el propio artista señala—, y revela algunos de sus propósitos: que las connotaciones plásticas se alejen de todo tipo de intención explicativa y que los aspectos instrumentales no sean evidentes. Aunque estos últimos permitan participar del problema técnico de la producción de una pintura, se trata de silenciar el modo en que debemos mirar e interpretar una obra. El vocabulario visual surge de la voluntad por producir una forma estética capaz de desestabilizar cualquier atisbo de mímesis.
En un primer momento, la lisura de las superficies nos presenta una serie de colores cuya impresión es la de ser colores ordenados. La prolijidad, sin embargo, puede generar dudas, ya que la actividad colorista no siempre es lo que parece. La duda trae cosas y nos lleva a cuestionarnos sobre la estabilidad del color, en concreto los aspectos que conocemos o intuimos saber. Por ello, la visión material del color a la que Prudencio Irazabal recurre, le permite no verse obligado a trasmitir los distintos estados de la luz. Así como en el interior de los aviones siempre es de noche, en estas pinturas la luz no vuelca equivalencias narrativas o temporales. Una cualidad y una tensión que permiten, a cada obra, amplificar su modo de no concluir.
La correspondencia entre norma autoimpuesta y precisión, mantenida con rigor, revela estructuras brillantes, mojadas, estratificadas, producidas tanto por la conducción específica de cada movimiento como por la reacción del conjunto de pigmentos de colores traslúcidos sobre las superficies que cubren las telas. El análisis de los mecanismos que dan origen a las pinturas permite su producción y también restituir una de las intenciones centrales de Prudencio Irazabal: “mirar a su interior más que a su superficie”.
Prudencio Irazabal
Puentelarrá, Álava, 1954
Tras licenciarse en Bellas Artes, Prudencio Irazabal continúa sus estudios en la Columbia University de Nueva York, a donde se traslada en 1986 y donde vive y trabaja durante los siguientes 22 años. Allí expone individualmente desde comienzos de los años noventa: Los Ángeles (1990, 1992), Nueva York (Galería Jack Shainman, 1995, 1997, 2001, 2004) y San Francisco (2002), mostrando trabajos en los que transforma ideas cromáticas abstractas en estratigrafías visibles en los laterales del cuadro. De ellas derivan luego superficies traslúcidas e ilusionistas sutilmente matizadas. Desde 2002 expone regularmente en la Galería Helga de Alvear en Madrid. En 2011 realizó una de sus mayores pinturas para la iglesia de Iesú en San Sebastián, obra de Rafael. Moneo Su obra ha participado en las recientes exposiciones El arte y el espacio (2017) y La línea del ingenio en el Museo Guggenheim Bilbao (2022).