Herman Webster Mudgett, más conocido como H. H. Holmes, es considerado el primer asesino en serie de Estados Unidos, conocido por haber construido y diseñado en Chicago el Castillo Holmes, un portentoso edificio que aparentemente funcionaba como hotel y que finalizó coincidiendo con la exposición universal de 1893. Nada más lejos de la realidad, tras las paredes del Castillo Holmes se cometieron cientos de asesinatos, cuyas víctimas fueron, en su mayoría, mujeres. Dicho edificio contaba con todo un sistema laberíntico de trampas para la preparación y ejecución de estos asesinatos. En
La manufactura de la muerte, Alexandra Midal se centra no tanto en la figura morbosa de Holmes como asesino -no se trata de una investigación policíaca-, sino que más bien estudia la figura de Holmes como diseñador y lo pone en contexto con la Revolución Industrial mediante el diseño funcional del Castillo Holmes. Midal propone otra historia del diseño -sombría, artificiosa-, poniendo en el centro a Holmes como antihéroe y artífice en los inicios del capitalismo industrial.