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A Imre Kertész le encantaban las óperas de Richard Wagner. Aquí el contrasentido: Kertész, escritor húngaro de origen judío, quien dedicó innumerables páginas a la aniquilación de su pueblo en campos de concentración (horror que sufrió en primera persona, por cierto), escuchaba con delectación las óperas compuestas por el autor musical más reivindicado por el nacionalsocialismo. Si algún sentido tiene este libro, es el de afirmar la necesidad de la paradoja, ya sea en el arte o en la vida; «reducir las contradicciones de los protagonistas no es solo imposible, sino anti-literario», dice Ariana Harwicz en una de sus primeras páginas.

La escritora argentina está muy preocupada por los corsés que, en nuestra época, nos ponen y nos ponemos ante la creación artística en nombre de la corrección política y la supuesta defensa de las minorías históricamente oprimidas. Harwicz tiene razón al afirmar que el pensamiento es la tensión que se genera entre dos opuestos. Por eso, estos breves ensayos, cercanos en ocasiones al aforismo, aportan, con la radicalidad que caracteriza a su autora, peso y profundidad a un debate que, ante hechos cada vez más habituales, como puede ser la reescritura de los libro de Roald Dahl, debe mantenernos despiertos y alerta.