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La escena es bien conocida: hay un buey, una mula, los tres reyes magos y en el centro San José, la virgen María y el recién nacido niño Jesús. Ahora bien, resulta que el relato donde aparecen dichos mamíferos es uno en el que la vagina de la virgen expulsa fuego, pero esto ya no es tan conocido.

La consolidación de todo relato histórico pasa normalmente por un proceso de lijado de sus arestas, donde se han borrado y modificado parte de los hechos ocurridos o de las referencias textuales hasta tener un relato conciso y unitario y, de entre estos relatos, la historia de los inicios del cristianismo no es una excepción. Esto es lo que presenta Catherine Nixey en su nuevo libro, en el que abundan curiosas historias sobre los primeros años de esta religión, cuando se practicaba la magia, las historias sobre resurrecciones eran tópicos tildados de aburridos y ya se habían nombrado con anterioridad a otros como hijo de un Dios. Se apela a Hércules, a Alejandro Magno y a un Jesucristo con varita encontrado en unas catacumbas en Roma. Porque, aunque hay múltiples versiones que habrían sido silenciadas por una forma ortodoxa del cristianismo, al rebuscar en fuentes antiguas estas vuelven a aparecer y permiten hacer tambalear incluso al propio belén.