Les nostres recomanacions i propostes

Dorothy Daniels se dedica a la crítica gastronómica y es la mejor en ello. Si hay otra cosa que Dorothy ama, tanto o más que la comida, es el sexo. De modo que se dedica a viajar entre Manhattan e Italia para probar los mejores restaurantes y, ya que estamos, saciar sus otros apetitos con una ristra de amantes que se van cruzando por su camino. Sin embargo, esta vida de lujos y sabores gourmet esconde algo oscuro que la propia Dorothy, desde la cárcel, nos irá contando, convirtiéndonos en sus más cercanos confidentes.
Con esta voz perversa y ególatra de la narradora, nos vamos adentrando en la mente de Dorothy, o sea, de la asesina; y gracias a su prosa divertida y afilada, nos vamos dejando llevar por su relato. Su confesión. La vamos conociendo, a veces nos cae mal, otras veces nos fascina, incluso la llegamos a admirar. No quieres que sea tu amiga, pero a la vez desearías que lo fuera. En un momento te describe un plato exquisito, se te hace la boca agua y, dos líneas más tarde, la escena se llena de la sangre y de las visceras de un amante y no te queda otra más que tragar saliva. ¡Glup! Y, mientras, si te descuidas, hasta te hace soltar una carcajada.
Un hambre insaciable puede ser muchas cosas: una novela sobre una asesina en serie; una novela sobre la vanidad y superficialidad de la sociedad actual; una food-memoir (aunque una algo peculiar) o, sin romantizar el canibalismo y el asesinato (¡por supuesto!) una especie de alegato feminista en contra de esa popular y asfixiante figura de la mujer perfecta, ajena a la violencia, buena y maternal, que no es capaz de hacer daño porque la violencia “pertenece” a los hombres. Solo hay una cosa que esta novela no es: apta para estómagos sensibles.