Les nostres recomanacions i propostes
Ressenya
Edurne Portela
Los ojos cerrados
Per Laura Franco
20.4.2021
El pueblo se presenta en una especie de encantamiento, con sus fábulas y fantasmas, algunos buenos y otros malos, irresistibles y malditos, que hacen sentir que un sortilegio ha parado el tiempo. Existe una marca para todos aquellos que viven o transitan en él que hace inviable la vida más allá de las lindes de esa realidad, podemos llamarla Pueblo Chico, España o cualquier otro sitio marcado por una fractura emocional no curada. Esto no lo hace menos verdadero que cualquier otro sitio, sino todo lo contrario: se yergue como representante de tantos otros núcleos humanos azotados por las guerras y los odios absurdos, por las grandes y pequeñas tragedias de los afectos y envidias humanas, sus oscuros secretos a voces.
Sus personajes son actores de una historia original que viven atados a un recuerdo, como una maldición primigenea. Los hijos vuelven para entender a los padres, hijos y padres se quedan para esperar un regreso imposible o recordar, padres e hijos enloquecen sufriendo su pecado, buscando una brizna de amor y de esperanza, todos en busca de un antídoto o de paz.
Los ojos cerrados es ante todo un homenaje a los desaparecidos (y huidos para no desaparecer ) de la guerra (y sus consecuencias) y sus familias marcadas para siempre. Aquí esos agujeros de sombras, donde los amados y no amados desaparecieron, cobran poder como protagonistas y amenaza ancestral. Agujeros de gusano que no son de la ciencia ficci
on ijoss que por un un sortilegioe la ciencia ficcios, anhelando momentos vividos . intentado olvidar para seguirura emocional ón. El pueblo y sus gentes son víctimas de la guerra no resuelta en el tiempo y también de una España vaciada, olvidada, a la que no se la ha sanado sino que se la ha dejado lamiendo sus heridas y sin recursos.
Lo mejor de esta novela es su confección de mosaico, sus voces a través del tiempo, en breves capítulos para ir desentrañando la visión de esa oscuridad y esa luz, de la verdad, con una exquisita auténticidad que no evita la crudeza pero que tampoco se regodea en ella. Portela recrea una atmosfera aparentemente ligera que nos atrapa sin darnos cuenta, húmeda y pegajosa, árida y seca y a veces simplemente silenciosa y reposada, asumiendo hechos, anhelando momentos vividos, buscando el regreso y la paz.