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Jia Tolentino ha aparecido pisando fuerte y muchos la consideran ya la mejor ensayista millennial del momento. Falso Espejo es su primer libro, pero si buscáis en The New Yorker podréis leer infinidad de artículos suyos sobre temas como Instagram, la moda entre jóvenes de fumar cigarrillos electrónicos, la propaganda antiaborto o su lectura de Desgracia de Coetzee durante el reciente juicio del infame Harvey Weinstein. Tolentino no se corta a la hora de expresar su miedo a criticar el feminismo, la atracción que siente más por las representaciones de ciertas cosas que por dichas cosas y lo problemático que resulta celebrar a las mujeres difíciles por el hecho de ser difíciles.

En Falso Espejo, un recopilatorio de artículos previamente inéditos, Tolentino nos muestra como lo que percibimos en nuestro día a día son representaciones deformadas de los individuos porque, en la era digital en la que existimos, las identidades de los millennials se han convertido en performances que el capitalismo puede monetizar. Por eso seremos más eficientes si vestimos con los leggings más caros todo el día, más felices si planeamos la boda más parecida a un cuento de hadas y más exitosas si dejamos que nuestros cuerpos sean lugares de reiteración de las jerarquías de poder ya existentes, ¿no?

Tolentino escribe sobre la evolución de los personajes femeninos en la literatura universal, sobre la violencia sexual en los campus universitarios (y el hecho de distanciarse de lo que pasó durante su estancia en la Universidad de Virginia), sobre la relación entre creer en Dios y tomar éxtasis, y hasta sobre su experiencia como sujeto de un reality cuando era adolescente.

No hay una solución inmediata para cada situación individual, pero Tolentino nos ofrece pequeñas maneras de resistir, de desconectar, de ser críticos y de protestar contra los sistemas que nos rigen y en los que participamos, aunque involuntariamente. Como dice ella, que no se considera ninguna excepción, no se puede pretender ver con claridad lo que tenemos delante si no sabemos qué es lo que intentamos ver; hay que romper el falso espejo para impedir que nuestras identidades sigan siendo canibalizadas una y otra vez.