En "La mística de la feminidad" Betty Friedan tematiza el malestar generalizado que a las mujeres provoca el ideal social madre-esposa impuesto tras la segunda guerra mundial; la promesa de felicidad vinculada al hogar y a la crianza no solo incumple las expectativas proyectadas sino que mutila la posibilidad de imaginar un horizonte nuevo en el que la vida emerja con punzante novedad. Además de la tristeza subversiva que el feminismo trae consigo, Sara Ahmed analiza la realidad afectiva de las personas queer así como la de las migrantes cuya desdicha pone en jaque la obligatoriedad de la alegría y su función narcotizadora. La toma de conciencia de la clase, el género, la sexualidad y la raza genera un desconsuelo que visibiliza el carácter contingente del contenido de la ley que regula nuestra forma de complacernos.
Partiendo de la máxima de Simone de Beauvoir según la cual “siempre es fácil declarar feliz una situación que se quiere imponer”, Sara Ahmed tuerce la mueca para desvelar el sometimiento homogeneizador que el imperativo de la felicidad esconde y teoriza sobre la aflicción como camino para salir de la servidumbre, pues cuando la vida es insoportable la tristeza es obligatoria.