Les nostres recomanacions i propostes

“Vivíamos bajo la extraña dictadura de la infancia: veíamos sin ver, escuchábamos sin entender, hablábamos y nadie nos hacía caso”, de esta forma Victor Heringer nos describe en su novela, El amor de los hombres solitarios, uno de los momentos más importantes y difíciles a lo largo de la vida: el paso de la infancia a la edad adulta. Cuando sin darnos cuenta nos convertimos en pequeños adultos que comienzan a desenvolverse en la vida. Como un rito de paso, la obra de Heringer nos describe ese cambio transcendental en la vida de Camilo; el despertar de su mundo interior, la toma de conciencia de su propio cuerpo, un cuerpo tullido por una enfermedad en una pierna, el descubrimiento del sexo y de las calles que están más allá de las tapias de su casa, y fundamentalmente el impacto que tuvo en su vida Cosme, un huérfano mulato que aparece de improviso en su anodina existencia. En el barrio carioca de Queím, el escenario que marca por completo a todos y cada uno de los personajes, un niño lisiado no podía jugar en la calle sin convertirse en el blanco de otros niños, de ahí su refugio en la soledad de las lecturas de Verne, Haggard o Stevenson. El aprendizaje de la infancia acompaña al protagonista a lo largo de su vida, y si tuviéramos que definir su existencia con una imagen, esta sería la de un niño solo, descalzo y pequeñito, en mitad de la crudeza del mundo.