La condena y otros clásicos ilustrados

Esta selección de relatos muestra el mejor estilo de sus autores, así como sus reflexivas inquietudes, siempre conmovedoras y desconcertantes, cuando no son, además, sus cuentos más aclamados, como es el caso de "El Horla", de Maupassant. La condena, escrito febrilmente por Kafka una madrugada de 1912, es seguramente su relato más confesional y ardoroso. En él nos subyuga con un tono indudablemente grave, introspectivo, y nos llama a revivir con crudeza el tema de la culpa y de la deuda moral que contraemos con determinadas figuras autoritarias, en este caso con la paterna. Por su parte, El Horla es un intenso cuento gótico en el que se diluye magistralmente lo sobrenatural con la realidad, mediante una amenazadora presencia invisible que acecha al protagonista, a quien le cuesta dilucidar si dichas perturbaciones son más o menos subjetivas. Estas confusiones fueron propias de un autor, Guy de Maupassant, cuyo horror narrativo era y sigue siendo único, manado de sus dolencias anímicas. En Una pequeñez, Antón Chéjov, para muchos el mejor cuentista de la historia, vuelve a hacer alarde de cómo con aparentemente pocos recursos puede realzarse la máxima expresión de las cosas. Y por último, Iván Turguénev, cuya figura imponente influenció a los autores arriba mencionados, muestra en Un sueño el arte de mezclar la fantasía con la locura, a través de tres personajes que nos revelan facetas insólitas de los espíritus atormentados.