El hijo de Teodoro

Un encuentro basta para cambiar la suerte. Walter Álvarez sabe eso, y por eso siempre hay en sus trabajos al menos dos que se miran o son mirados, se miden, se besan, triunfan o pierden irremediablemente. Como un dibujo y una oración, un infante y una piedra, así nace una historia, con un encuentro -un hallazgo-, alguien que se pone en contra, frente a frente a una obra de arte, en la pared, en el libro que estábamos leyendo o que alguien nos leyó cuando no sabíamos nada del lenguaje todavía y vivíamos en la pura / puer /pure sensorialidad. Esas historias son el tesoro que nos acompaña, hechas de recuerdos o Imago, pequeñas verdades o mentiras de la mente, amargas o dulces, posibles, trofeos del encontronazo con la vida, joyas de la imaginación que se activan lejos en el lugar más cercano. La vida es como una fiera, dice el dibujo de Walter que vive en mi biblioteca. Yo creo en esa lucha, y en ese sueño sin límites que se puede, a veces, compartir.