La propia muerte

La propia muerte
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"Ya al despertar me di cuenta de que nada estaba en orden, pero como tenía asuntos que resolver en la ciudad, salí. En aquellos días el calor había llegado sin avisar y el verano irrumpió de verdad.
Hace un tiempo magnífico, me decía. El cuerpo sin embargo, protestaba. Cada vez que podía, cruzaba a la otra acera, la sombreada.
En toda gran ciudad, cuando hay cambios bruscos de temperatura, las ambulancias hacen sonar sus sirenas sin cesar. Tan pronto una deja de aullar en el intenso tráfico, se acercaya la siguiente desde otro sitio.
No entendía lo que pasaba."