Una danza para la música del tiempo: Invierno
Una danza para la música del tiempo: Invierno
Con una narrativa prodigiosa, el llamado Proust inglés, pone fin a su tetralogía: ahora, más que nunca, los tiempos han cambiado.
Ha llegado el invierno, y para los protagonistas de esta danza es el tiempo de la madurez. En Los libros sí amueblan una habitación, la primera de las tres novelas que componen este último y magistral volumen, Nick Jenkins ya tiene cuarenta años y ha vuelto a Oxford a escribir un libro sobre Richard Burton.
Pamela Flitton, la fatal, irresistible Pam, que deja a su paso un rastro de hombres destrozados, se ha casado con el abominable Kenneth Widmerpool, que continúa en la política, pero intenta darse lustre mediante una revista literaria. Mientras, Pamela lo engaña con X. Trapnel, un novelista extravagante, talentoso y sin un chelín, que frecuenta los pubs más bohemios de Londres esgrimiendo un amenazante bastón con una calavera de marfil en el puño...
En la segunda novela, Reyes temporales, Nick viaja de Londres a Venecia, a un congreso de escritores, y de vuelta a Londres. Y en Venecia se encuentra con la temible Pamela, que está acostada de espaldas contemplando una obra de Tiépolo, mientras que en la prensa sensacionalista francesa se alude a una sexual experiencia macabra que se le atribuye sin ninguna duda...
En Escuchando armonías secretas, la tercera del ciclo, el brillante cierre de esta obra mítica de la literatura inglesa del siglo XX, algo ha empezado a oírse en el viento y los tiempos están cambiando. La joven Fiona llega con una caravana de hippies, liderada por el seductor e inquietante Scorpio Murtlock, a acampar a los prados de su tío. Nick no ve con buenos ojos esta ocupación, aunque las preocupaciones ecológicas de los jóvenes coinciden con las suyas. Pero a Murtlock lo que realmente le interesa son los cercanos megalitos de Devil's Fingers. Y muy pronto el lector se encontrará con una curiosa y posiblemente nefasta alianza entre Kenneth Widmerpool, convertido a la contracultura, y el oscuro, turbio Murtlock...