Archipiélago Gulag

Archipiélago Gulag
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Escrito entre 1958 y 1967 en la más completa clandestinidad, en fragmentos que iba escondiendo en distintos lugares, el primer boceto de este libro fue descubierto por el KGB en septiembre de 1973. En 1974 se publicó en Occidente con descuido, como medio de presión desde los países democráticos europeos. Hasta 1990, cuando se publicó parcialmente en la revista Nóvy Mir, Archipiélago Gulag quedó vedado para los rusos.
Articulado en siete partes («La industria penitenciaria», «El movimiento continuo», «Campos de trabajo y exterminio», «El alma y el alambre de espino», «El penal», «El destierro» y «Stalin ya no existe»), de las que este volumen recoge las dos primeras, Archipiélago Gulag es un auténtico fresco del horror que nos revela ese otro exterminio, tan largo tiempo ocultado y todavía tan poco divulgado y estudiado.
Gracias a su obstinación por restituir aquello que la Historia quiso borrar, Solzhenitsyn devolvió de hecho la palabra a las 227 personas que le brindaron sus testimonios directos, y a todos aquellos -¡millones!- «a los que les faltó la vida para contar estas cosas». Al dejar constancia por escrito de uno de los episodios más lúgubres de nuestro tiempo, porque «el Archipiélago es una tierra sin escritura, cuya tradición oral se interrumpe con el exterminio de sus indígenas», sentimos aún más el peso de nuestro silencio y del olvido
Articulado en siete partes («La industria penitenciaria», «El movimiento continuo», «Campos de trabajo y exterminio», «El alma y el alambre de espino», «El penal», «El destierro» y «Stalin ya no existe»), de las que este volumen recoge las dos primeras, Archipiélago Gulag es un auténtico fresco del horror que nos revela ese otro exterminio, tan largo tiempo ocultado y todavía tan poco divulgado y estudiado.
Gracias a su obstinación por restituir aquello que la Historia quiso borrar, Solzhenitsyn devolvió de hecho la palabra a las 227 personas que le brindaron sus testimonios directos, y a todos aquellos -¡millones!- «a los que les faltó la vida para contar estas cosas». Al dejar constancia por escrito de uno de los episodios más lúgubres de nuestro tiempo, porque «el Archipiélago es una tierra sin escritura, cuya tradición oral se interrumpe con el exterminio de sus indígenas», sentimos aún más el peso de nuestro silencio y del olvido